El Roal

Era un tiempo en que no existía el sol, y moraban en la tierra hombres cuyo poder era capaz de hacer marchar a voluntad las rocas, o convertir las montañas en llanuras, con el solo disparo de sus hondas. La luna irradiaba en la penumbra, iluminando pobremente las actividades de aquellos seres conocidos con el nombre de "ñaupa-machu".

Un día, el Roal, o espíritu creador, Jefe de los Apus, les preguntó si querían que les legara su poder. Llenos de soberbia, respondieron que tenían el suyo y no necesitaban otro. Irritado por tal respuesta, creó el Sol y ordenó su salida. Aterrados los "ñaupa" y casi ciegos por los destellos del astro, buscaron refugio en pequeñas casas, la mayoría de las cuales, tenían sus puertas orientadas hacia el lugar por donde habría de salir diariamente el sol, cuyo calor los deshidrató paulatinamente, convirtiendo sus músculos en carnes resecas y adheridas a los huesos. Sin embargo no murieron, y son ahora las "soq'as" que salen de sus refugios algunas tardes, a la hora en que el sol se pone en el ocaso, o en oportunidades de luna nueva.

La tierra se volvió inactiva y los Apus decidieron forjar nuevos seres. Crearon a Inkarrí y Qolla-rí, un hombre y una mujer llenos de sabiduría, Dieron al primero una barreta de oro y a la segunda una rueca, como símbolos de poder y laboriosidad.

Inkarrí había recibido la orden de fundar un gran pueblo en el lugar en que, arrojada la barreta, quedara enhiesta. Probó la primera vez y cayó mal. La segunda fue a clavarse entre un conjunto de montañas negras y las orillas de un río. Cayó oblicua y, sin embargo, decidió levantar un poblado que fue el de Q'ero. Las condiciones no eran muy propicias y en la misma región creyó conveniente alzar su capital, empeñándose afanosamente en la construcción de lo que hoy son las ruinas de "Tampu". Fatigado de su labor, sucio y sudoroso, quiso bañarse, pero el frío era intenso. Decidió entonces hacer brotar las aguas termales de "Upis", construyendo unos baños que aún existen.

Inkarrí levantaba su ciudad contraviniendo el mandato de sus Apus, y éstos, para hacerle comprender su error, permitieron que los "ñaupa", que observaban llenos de envidia y rencor a Inkarrí, cobraran nueva vida. Su primer deseo fue el de exterminar al hijo de los espíritus de las montañas. Tomaron gigantescos bloques de piedra que los hicieron rodar por las pendientes, en dirección al lugar en que él trabajaba. Aterrado Inkarrí, huyó despavorido hacia la región del Titicaca lugar cuya tranquilidad le permitió meditar. Volvió de nuevo con dirección al Vilcanota, y deteniéndose en las cumbres de La Raya, lanzó la barreta por tercera vez, y ésta fue a clavarse vertical en el centro de un valle fértil. Aquí fundó el Cuzco, radicando en él por largo tiempo.

Q'ero no podía quedar olvidado, y el primogénito de sus hijos fue enviado allá para poblarlo. Sus demás descendientes se esparcieron por diferentes lugares, dando origen a la estirpe de los incas. Cumplida su labor, decidió salir nuevamente por Q'ero, se internó, en la selva, no sin antes dejar testimonio de su paso en las huellas que se ven en "Mujurumi" e "Inka Yupin".

Oscar Núñez del Prado, El hombre y la familia, El matrimonio y organización político-social en Q'ero, Edición Garcilaso, Cuzco, 1957.